El cerebro no es ni de cerca
representable como una computadora, ni siquiera como una de las actuales en las
que el sistema de pensamiento, etiquetado, fluido, difusión y guardado es
flexible e inlocalizable vía clouds y programas online.
Desde luego, el cerebro no es más
que la representación que tenemos de una masa biológica maravillosa de quien a
pesar de los últimos avances en neurociencias sabemos poco. Creo que no es en esa masa
biológica donde descansa la representación completa del mundo que cada uno de
nosotros posee sino en la mente, que sería la representación que el conjunto
del cerebro reconstruye enfrentado a la experiencia del mundo. La experiencia a
su vez, captada a través de los sentidos
y reconstruida por el cerebro en la mente que es más que la suma de las
partes y funciones químicas del cerebro, se presenta fenomenológicamente
hablando, como un fluido continuo que la mente analiza y luego empaqueta
representacionalmente permitiendo la aparición de la conciencia.
De este modo, las experiencias
van constituyendo un conjunto o masa crítica de la que el cerebro dispone para
moverse en la realidad. El aprendizaje se representa entonces como la capacidad
de analizar y empaquetar con éxito el fluido de la experiencia con fines de
adaptar la conducta al mundo con relativo éxito, aumentando nuestra conciencia
ecológica de lo que somos, lo que los demás representan para nosotros y ante sí
y; lo que el mundo que nos alberga es. Cada experiencia que se enfrenta con éxito,
es la actualización de los aprendizajes que hemos hecho con anterioridad y que
requiere el menor esfuerzo posible del cerebro y por tanto no altera lo
suficiente a la mente humana.
En general, se acepta que el
cerebro actúa por defecto, es decir en un modo de ahorro permanente de energía
pues a diferencia de otros órganos del cuerpo, el cerebro actúa en todas las
funciones del mismo. Treinta mil millones de células en el cuerpo son controladas por una
carga genética cuya aparición tardó más de dos millones de años pero todos los órganos que dan vida al cuerpo
humano actúan bajo las órdenes centrales del cerebro que se ejecutan como
patrones de actividad muscular o por la producción y secreción de substancias
químicas que llamamos hormonas.
En relación a esta característica
ahorrativa, es necesario aclarar que la mayor parte de las respuestas que el
cerebro construye se organizan a través de la médula espinal. Eso permite
respuestas rápidas y automatizadas que no requieren grandes gastos al cerebro,
pero cuando se trata de responder a efectos de mayor complejidad sensorial, el
cerebro debe activar una inmensa red neuronal (cerca de 30 billones de
neuronas) para responder adecuadamente. Si la experiencia a la que es sometido
no resulta novedosa, el cerebro dejará que un conjunto de procedimientos
automatizados a los que llamamos hábito, actúen casi de manera automática para
responder al desafío. Distinto es si la situación es nueva.
Una situación nueva es aquella
donde las experiencias que el cerebro recoge como una serie continua de datos,
representan una base nueva de información organizada en paquetes
experienciales. Al principio, es probable que el cerebro sienta una "corriente
de angustia" porque deba interpretar de manera veloz el cúmulo de experiencias
nuevas empaquetadas en datos experienciales continuos. Lo primero que nuestro
cerebro realiza es una búsqueda más o menos exhaustiva y veloz de las
experiencias anteriores que ha empaquetado con el objeto de responder con éxito
al desafío. Si algunas de las experiencias
se asimilan, total o parcialmente a antiguos paquetes de experiencia, entonces
el cerebro simplemente ajustará su conducta para responder a la nueva
experiencia.
En los casos en los que los
paquetes de experiencia son exitosamente analizados y comparados para luego
clasificar y discriminar lo antiguo de lo nuevo y reordenarlo de un modo nuevo,
el cerebro habrá modificado la conducta para acercarla con éxito a experiencias
anteriores. Los nuevos paquetes de experiencias interpretadas serán guardados
con éxito para convertirse en hábitos nuevos o adecuaciones exitosas de
antiguos hábitos.
Si por el contrario, el conjunto
de experiencias continuas que constituyen la nueva situación es por completo
novedosa, el cerebro comenzará a clasificar y a discriminar lo antiguo de lo
nuevo sin éxito Entonces el cerebro negará las experiencias anteriores de las
que pueda obtener analogías, metáforas, similitudes o incluso diferencias.
Todos los hábitos antiguos desparecerán para dar lugar a un nuevo tipo de
conocimiento.
Una situación nueva puede estar
representada por una confrontación individual de la experiencia que puede o no
exigir cambios sustantivos de la conducta. Mientras más profundas sean los
cambios requirentes, más complejo será el número de recursos que el cerebro
deberá construir o destruir para comprender e incluso interactuar con las
nuevas experiencias. Dependiendo de la profundidad y cualidad de los recursos
requeridos para su construcción, estaremos frente a un desafío conducente a la
construcción de habilidades o a uno que requiera la construcción de
competencias. Mientras más compleja y novedosa sea la experiencia, más compleja
será la cantidad y calidad de la movilización en el cerebro.
Una situación nueva puede además
requerir una respuesta individual y mono direccional o incluso multidireccional. De todas formas, el desafío pone a un cerebro individual en
la búsqueda de las formas nuevas de interpretar e interactuar con lo real o
experiencia empaquetada y continua a la vez. El desafío es unipersonal toda vez
que las acciones individuales resuelven o no el desafío de enfrentarse a la experiencia.
Un segundo nivel de experiencias
es aquella que podemos calificar como “desafío colectivo estratégico” En ellas,
la experiencia empaquetada y continua no puede ser re estructurada en el
cerebro de manera individual. Es necesario para su comprensión global, que la
acción de dos o más personas se confabule o acuerde un modo de comprensión para
dar sentido a lo real y su interacción exitosa con el o los sujetos. En este
tipo de experiencias, la comprensión e interacción con la realidad no depende
únicamente del ejercicio individual sino colectivo. No se trata de un acto
competitivo sino colaborativo.
Se trata en primer lugar de una
experiencia multifacética, podríamos decir empaquetada en múltiples formas cuya
secuencia de continuidad es también compleja. La colaboración sería la primera
forma natural de resolver el problema pues el cerebro comprende rápidamente que
no sólo no cuenta con recursos previos con los cuales comparar, analogar,
sintetizar, evaluar o metaforear la realidad con el pasado exitoso de
interpretación, sino además, es un ejercicio que no logra realizar
individualmente.
Si tal cosa es posible, el
cerebro deja de ser un órgano individual cuya relación con la realidad es única
y transferible parcialmente y se convierte en un órgano que puede ser a la vez
individual y colectivo dependiendo de la experiencia continua y novedosa a la
que se enfrentan y de sus cualidades.
En tal circunstancia, los sujetos
que no están disponibles para cooperar o aquellos que no pueden operar fuera de
escenarios de competitividad se anulan para los sujetos que al contrario, sí
pueden colaborar en el complejo proceso.
Si en el extremo, ninguno de los
sujetos está disponible para cooperar o, si la nueva situación supera sus
capacidades colectivas de interpretación y acción, entonces los sujetos se
anularán para buscar naturalmente nuevas asociaciones constructivas positivas.
Si tal cosa no ocurriera, los sujetos se anularían frente a la nueva situación,
obviándola o bien ignorando la nueva situación, negando su existencia.
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